miércoles, 15 de octubre de 2008

LA CRUZ DE TIZA



La puerta está marcada con tiza
dibujando la señal de la infamia.
El aldabón de bronce
se cierra en una mano que castiga.
Mi sueño quiere entrar.
No le importan el frío o el viento.
Como en el cine de la infancia,
quiere entrar y logra colarse
por un nudo abierto en la vieja madera.
Tirada en un rincón color ceniza está la almohada consejera
y a su lado el eterno libro de Neruda marcando el poema 20.
En el cenicero el fósforo apagado de la pasión vuelve a titilar.
Y el broche sujetando en la soga de la ropa
el pañuelo de seda secándose después del adiós,
lo saluda con un aleteo de paloma.
Este sueño, insiste en volar,
mece en su revoloteo horas perdidas,
minutos y segundos olvidados en cajones vacíos.
Ahora, en la pirueta final,
levanta suavemente mi alma,
la coloca sobre un pétalo del pensamiento azul
que sobrevive en el jardín convertido en baldío
y la lleva suspendida hasta el espejo.
La acomoda, la peina, la maquilla,
completa su labor y logra que le devuelva una sonrisa.
Alma feliz la mía, me acerco al cuarto en penumbras
y te veo como antes, esperándome.
Antes de entrar en él y en vos, corro como una loca,
abro la puerta y borro con lágrimas de perdón
la cruz de la infamia marcada con tiza.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ