domingo, 27 de abril de 2008

MANOS EN MILAGRO


El boliche está vacío, un mozo aburrido y cansino se acerca a mi mesa.
Después de un día agotador en la oficina, trato de tomar la última lágrima.
Hago mi pedido y sé de antemano que va a traérmela tibia, casi fría.
Tengo razón, el encargado la despacha indiferente fingiendo una sonrisa.
En el costado del platito coloca un sobre de celofán con el mini-alfajor de maicena.
Húmedo como siempre.
Bebo un sorbo y miro a mí alrededor.
Las paredes manchadas de tiempo apenas tapadas por cuadros de dudoso gusto.
Sillas vienesas ancladas al piso. Mesas marcadas por codos insolentes.
Un piso de mosaico negro gastado por infinitos pasos que llegaron y se fueron.
La veo abrazada a él, blanca y suave.
La subo a la mesa y con mis dedos voy intentando cambiarle sus formas.
La sobo, la marco, la moldeo. Ella acepta el manoseo.
Me canso de triturarla y socavarla.
Ahora, puedo entender cómo de una acción devastadora puede surgir algo maravilloso.
Separo mis manos en el comienzo de un aplauso para la obra terminada.
Con vos, pequeña criatura inanimada, fui capaz, con innumerables cortes de construir un puente blanco.
Pago mi lágrima y me voy del boliche.
Por la ventana veo al mozo leer en esa servilleta descartada, el nombre de mi hombre, de mi amor.
Esta vez, la magia del Origami, obró el milagro.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

domingo, 13 de abril de 2008

DEYAVU


Esa calle y los pasos marcados en barro y escarcha.
Dicen que estuve por ahí.
El dormitorio con las paredes húmedas.
Cuenta de un dueto de alientos
Un espejo, su luna azogada reflejándome
y la certeza de mi estar frente a él.

Escucho pasos acompañados en la calle.
Siento que me quema el fuego de otro aliento,
tal vez sea el tuyo buscando mi piel.
En el espejo, tu figura.
Cuerpo de chelo en celo, esperando por mí.
Pelo negro y ojos ventanas al paraíso.

Cierro los ojos musitando un ruego:
¡Por favor, que esto no sea un DEYAVU!

Repito escenas ya vividas.
Tus arpegios me envuelven en un Molto Vivace inevitable.
La lluvia en la ventana de tus ojos, moja mis manos,
Tal vez alcance para poder bañarme nuevamente
en el Mar Negro de tu pelo.