viernes, 18 de diciembre de 2009

CONJURO


El aroma del sol,
se afirma que no existe.
La sequedad del agua del río,
es imposible de probar.
Una carcajada estridente de la letra hache,
muda de nacimiento, es difícil imaginarla.
Y el paso silencioso del tren,
sin el martilleo de sus ruedas de acero sobre los rieles
suena a fábula.

Conjuro, alianza incondicional de mis amados cómplices voluntarios

El sol, descarga toda la luz sobre los durazneros
que bordean la calle hasta nuestra casa,
y se apodera de su perfume en sazón.
El agua del río al secarse forma tu corona con trocitos de mica.
Esa muda letra hache está gritando que Hoy volvés a mí.
El tren local, decidió cerrar la boca, olvidar las pitadas de aviso,
y recubrió con algodón sus aceradas ruedas,
ahora ya no se escuchan los frenos quejosos.

Parado en el andén, te espero.

Llevo en las manos el aroma del sol en un puñado de duraznos y azahares.
Entreverada en mi pelo de poeta, está tu corona de mica.
Grito HOY y la hache suena a trompeta de gloria.
Ahora es el tren el que llega con el andar descalzo,
te trae, te arroja en mis brazos
toma una bocanada de aire fresco,
y se va de la estación en silencio,
en las ventanillas los vidrios espejan nuestra imagen besándonos,
te veo coronada con agua seca de río.
La hache seguirá hablándonos de este Hoy y de Hogar
El tren no duda en cerrar sus puertas para siempre,
emprende el viaje, nos está dejando solos,
y todo huele a sol en la calle a casa.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

sábado, 24 de octubre de 2009

COMPARACIONES




Era cosa de aprender a conocerlo,
me encantaron su estilo y su elegancia.
No me resultó ni fácil ni difícil vivir con él,
me dejaba hacer y lograba hacerme sentir su dueña.
En los días de sol, se convertía en algo, digamos intrascendente,
se replegaba en sí mismo y escondía su timidez.
Los silencios podían durar varios días, me acostumbré a verlo cerca de mí,
y respeté ese duelo imaginario que lo convertía
en una sombra oscura como el averno.
Le encantaban los días de lluvia, cambiaba de carácter
y abría los brazos estirando las mangas de su ropa abrazándome cariñosamente.
Aprendí que a la gente a veces le molestaba que se aferrara a mi mano.
Algunos se apartaban de nosotros indudablemente de pura envidia.
Me acompañaba a la oficina y lucía majestuoso, envarado como un cosaco ruso.
Más tarde, al llegar a casa me hacía una reverencia final, esperando que lo secara amorosamente.
Esto de las comparaciones realmente me entusiasma.
¿Alguno de ustedes sospechó que no hablaba de un amante
sino de un simple paraguas?

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

domingo, 20 de septiembre de 2009

LÍNEAS PERDIDAS


Por un acuerdo tácito, por costumbre, por necesidad de compañía o tal vez por las ganas de evadirnos unas horas de los problemas de nuestras vidas nos
reunimos, hace ya diez años, una vez por mes, el mismo día y en el mismo
lugar (Confitería Moustache frente a la plaza del pueblo) mis tres amigas de la
adolescencia y yo, a tomar el “five o’clock tea”.

Entre tanto chimento, comentario de actualidad y el infaltable intercambio de
recetas de cocina Light por supuesto, saltó como disparada con un arco esa
flecha teñida de deseo y misterio: ¿Me haría una cirugía estética?.

Todas nosotras, vale la pena aclararlo, frisamos los sesenta años.

Las opiniones iban desde una oposición total hasta el desenfreno de ansiar
crear un nuevo mandamiento “Ama al quirófano como a ti misma”

Analizados los pro y los contra, cada una explicó de qué manera corregiría los
estragos habidos con el tiempo en su cuerpo.

Graciela, la más audaz del grupo, confesaba sin reparos que de tener mucho
dinero no dejaría rincón alguno de su persona sin retocar, de hecho ya tenía
planeado un Lifting para remozar su cara.

Terció la opinión de Haydeé, ella convivía desde su juventud con la obsesiva
idea de agrandar sus “lolas” y a pesar de los informes a diario sobre los

problemas que ello le podría ocasionar no abandonaba sus propósitos.

María, indudablemente la más pensante de las cuatro, dijo muy segura de sí
misma que de ninguna manera alteraría su fisonomía y que estaba muy de
acuerdo con lo que Dios le había deparado.

Aquí, en este preciso instante del relato, entre a jugar yo, que desde jovencita
me gustaba estar en la cresta de la ola y divina a los ojos de todo el mundo.

Hace ya bastante tiempo que el espejo me devolvía una imagen extraña a la
que fuera otrora.

Les expliqué mi punto de vista, que quería borrar todas las líneas de mi cara,
y tuve oídos receptores para mis cuitas.

Nos despedimos con la promesa de una nueva reunión al mes siguiente, me fuí
de la Confitería caminando despacio hacia mi casa y cada vidriera del camino
se ensañaba en mostrarme una cara distinta a la mía.


Al llegar y contrariamente a lo habitual no encendí la luz del Hall, fuí directamente al baño y ahí sí, los spots del vanitory me gritaron la realidad.surcos leves (algunos no tanto) recorrían mi cara haciendo en mí un camino angustiante

Al llegar y contrariamente a lo habitual no encendí la luz del Hall, fuí directamente al baño y ahí sí, los spots del vanitory me gritaron la realidad.surcos leves (algunos no tanto) recorrían mi cara haciendo en mí un camino angustiante

Apagué todas las luces, me tendí en la cama y lloré hasta el amanecer.

Al día siguiente busqué desesperadamente la tarjeta del Cirujano Plástico
que me había dado Graciela.

Con el mágico pasaporte a la felicidad en mis manos, no dudé en concertar una
cita haciendo del teléfono mi silencioso cómplice.

Luego de una visita “exploratoria”, el galeno en cuestión me detalló paso a
paso lo que iba a ser la operación para mi reinserción en el mundo “joven”.

Llegó el momento y me encaminé dispuesta y animada al quirófano.

Atrás quedaban las opiniones en contra de mi esposo y mis hijos, renglón
aparte era lo que decían mis nietos, ya que para ellos la Abu siempre iba a ser
joven y linda.

Salí airosa de la operación y en algunos días comencé a ver los resultados: la
piel de mi rostro estaba nuevamente tersa y estirada como una cuerda de
violín.

El espejo me devolvía la imagen de una mujer a la que el paso del tiempo no la
había afectado demasiado.

Cuando volví a encontrarme con mis amigas, los halagos endulzaron mis
oídos, noté sin embargo que María me miraba anhelante y con sus grandes
ojos me decía lo que no se atrevía a decir con su boca, era una pregunta que
después pude entender: ¿Sos feliz?.

Nos despedimos , y ya en mi casa, tampoco encendí la luz del hall, en el baño
los spots me lastimaron porque me devolvían la imagen de una mujer ajena a
mí, rasgos extraños, una piel lisa; en fin era una máscara pobre y penosa de la
que fuí.

Tengo claro que no puedo reclamarle absolutamente nada al médico, yo
quería rejuvenecer y él lo había logrado.

Pero………..siempre hay un pero.: ¿a quién le reclamo hoy por mis arrugas?

¿a quién le cuento que cada una de ellas era una cicatriz gloriosa de mis
sesenta años?.

¿a quién le digo que las extraño?.

¿a quién le pido la arruga del llanto por mi primer amor, o aquella del día que
me casé ,
o tal vez las que estaban mezcladas en dolor y alegría después del
parto de mis hijos, o las dibujadas por el sol al estar tirada en la playa con mis
nietos, o las que me llegaron ante la muerte de un ser amado?.

¿a quién le confieso que me equivoqué y que quiero que me las devuelvan?.

Porque saben, ellas eran mías, me las había ganado, para bien o para mal,
eran tan mías como lo son mi risa y mi llanto, como cada acto de mi vida
acertado o fallido.

¿a quién le cuento que ya no me importa ahorrar en maquillaje para taparlas
para ir a alguna reunión?

¿a quién le digo que al borrarlas de mi cara me dejaron indefensa porque ellas
eran toda mi sabiduría y experiencia?.

¿a quién recurro para que todos sepan que al no tenerlas, soy alguien sin
identidad, alguien que parece no haber vivido?.

Y por fin ¿dónde encuentro un viejo espejo para poder mirarme en él y reír
llorando al reconocerme.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

viernes, 18 de septiembre de 2009

ALAMBIQUE


Las conté una a una,
y enhebré con ellas un nuevo rosario,
sabiendo que lo rezaría muchas veces.
Cristalinas y tibias,
alcanzaban mi boca y le daban algo de calor.
Al mirarme en el espejo,
vi los surcos dibujados en su caída,
formando el mapa de tu huída.
Se fueron secando dejando en las heridas
toda la sal de un inmenso y desolado mar.
Traté de huir y luché como el condenado a muerte
que no se resigna a su suerte.
Vanos intentos y locos deseos,
querer parar el tiempo
y descubrir que el reloj perdió sus manos
cuando trató de abrazarte con ellas.
Querer subir la escalera hacia vos
sin poder pisar los escalones ardiendo en rojas brasas de acero.
Apretar los puños,
empalidecidos en el esfuerzo por aferrarte
y transformados en alambiques que filtran tu cuerpo,
ese cuerpo amado que estoy perdiendo.
Piedras del camino que sorteo mientras rezo el rosario de mis lágrimas.
No te espero, no me esperes,
vos ya viraste el rumbo lejos de mi ruta,
yo trato de moldearle nuevas manos al inválido reloj,
calzo zapatos de amianto para subir esa escalera ígnea
que ahora me guía hacia otro amor.
Abro mis puños cerrados y por los dedos alambicados
se desliza una garúa perfumada de jazmines blancos.


ALICIA CORA FERNANDEZ

domingo, 23 de agosto de 2009

EL ROCK DE LAS CAMPANITAS AZULES


Vuelvo a caminar mi barrio, estoy a pocas cuadras de la estación y con el paso de los años todo cambió.
Las casas bajas cayeron en silencio, llevándose mi infancia en sus escombros y las que sobreviven al progreso, están como detenidas en el tiempo, con muecas de moho y humedad en sus paredes que se visten en pintura color olvido.
Las últimas glicinas del Castillo de los Bichos se agostaron en sepia e inicio esperanzada la Búsqueda del Tesoro de la que fue mi vida, y el titilar de una luciérnaga que equivocó el tiempo de vuelo me grita el lugar exacto.
Piso una vereda, no importa cuál, y la baldosa floja junto al jacarandá me recibe con una sonrisa de costado.
Un Sol de VAN GOGH forma sólo para mí arabescos de luz.
La Rayuela de CORTAZAR se dibuja en los adoquines de la calle Espinosa y me invita a llegar al Cielo.
Aquella Bicicleta Blanca de PIAZZOLA pasa a mi lado montada por Chaplin y su Pibe que saltan a lo loco en el camino de la carbonilla que corre paralelo a las vías del tren.
Una lluvia suave de figuritas con brillantina me moja con risas olvidadas.
La niña-ayer está otra vez conmigo y no quiero soltarle la mano, porque es el tiempo de aprender que todo puede ser posible y de ignorar un futuro en penumbras.
Me resisto a pensar, mi cerebro ya dijo basta, lo bloqueo a propósito porque sufrí demasiado cuando dejé mis calles, por un ratito nomás y sin embargo tardé varios años en volver.
No más pensar en injusticias, en pecados innombrables, en abusos de unos sobre otros o en la intolerancia del más fuerte.
Quiero mi sol, mi rayuela, mi bicicleta, mis figuritas.
Quiero volver a tener aquellos besos bajo las campanitas azules que saboreaban el día abriéndose al amor y cerraban los ojos a la noche. Quiero ver sus brazos entrelazándose en los alambres de la estación Villa del Parque.
Necesito mis historias, mis pasos yendo al encuentro de él para bailar juntos en Gimnasia y Esgrima (GVP, llamado así confianzudamente).
Ahora, en mis manos los recuerdos se agigantan, recorro Cuenca y compruebo que la magia existe porque está dando funciones en el Cine
Parque. Mi barra y yo, bailamos en los pasillos de la sala “Al Compás del Reloj”.
Todo es posible, ya no hay ausencias, estamos todos.
Por este día, y sólo por este, hay asistencia perfecta y vuelvo a ser feliz.


ALICIA CORA FERNÁNDEZ

viernes, 10 de julio de 2009

BRUJERÍAS


Allí, cerca de la noche,
una araña bruja arma la trampa.

Sonríe burlona,
tiene la seguridad de la presa fácil.

La lluvia de lágrimas
caída a destiempo no coarta su labor.

Une gota a gota su saliva,
y vomita la red soñada.

Su balanceo, acompaña el ritual.

Finos hilos de baba y seda
descolgándose en forma inexorable
en busca del corazón sometido.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

sábado, 30 de mayo de 2009

FLAMENCOS


Agotó los ruegos invocando al Dios de sus ancestros,
ese, que tal vez cansado de ella le dio la espalda.
Imitó un vuelo de flamenco
y desde su frente, la roja corona emplumada con ayeres cayó a la alcantarilla.
Inundada por el llanto equivocado quedó en desamparo,
luciendo anillos anulares con cuarzos de lágrimas.
Toda la sal atrapada en el cedazo de los ojos le quemó las pupilas.
Ahora, mucho después del pasado saluda al sol,
se yergue sobre su desnudez y le borra las ojeras a su clon reflejado en el espejo.
Ve amanecer, y es el milagro esperado.
En la vereda están sus compañeros de bandada, todos parados en una pata.
La mujer que hasta hoy usó la muleta que está ardiendo en la chimenea, se suma a ellos y vuela alto.
El cielo se pinta en plumas rojas,
y sus manos tejedoras urdirán más tarde
una nueva corona emplumada en presentes.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

sábado, 18 de abril de 2009

A mi nieta MIA


Vuelven mis brazos a armar una cuna,
y mi voz entona nanas que creía olvidadas.
Juegos inocentes e incomprensibles ocupan el espacio hasta ayer vacío.
El sonido de un cascabel, es un trueno en la casa.
Sonajero feliz, porque encontró tu mano.
Si mi canción no es bastante, el cunero musical te ayuda a dormir.
Pañales y mamaderas dibujan en mis manos, indelebles senderos de ternura.
No hay horarios para el amor porque el reloj se detuvo en tus ojos.
Tus risas y reclamos, forman el nudo gordiano que no quiero desatar.
Sos MIA,
te protejo con mis besos
te alzo, y volás como una mariposa.
Dentro de un rato, vas a dormirte sobre mi pecho,
cerraré mis ojos y el afuera ya no importa.
Vos y yo escapamos del mundo,
vamos juntas por un sendero de caramelo
que nos mancha la boca en color azul cielo.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

domingo, 8 de marzo de 2009

AQUELARRE EN LOS ESPEJOS


El atardecer con su cuota imprecisa de noche y día
estaciona en una galería de espejos que invita al aquelarre.
Mi figura se multiplica en las lunas azogadas,
y se acurruca en el fondo de pupilas con pestañas de sueño.
Este camino espejado me devuelve amores,
esos que se fueron y dejaron graffitis de ternura tatuados en el alma.
Aun duele la nostalgia de patios vestidos de otoño
y de aquel susurro de una radio disfónica en 2 x 4
Estoy negándoles partir, los encierro egoístamente y se quedan sin quejas.
Ahora veo a alguien parecida a mí cubierta por un blanco vestido de novia.
Una luna más allá me regodeo con amados embarazos
que justifican esa imagen con tres talles más.
Llego al último espejo y antes de tener la noche en el alma y en los ojos
revuelvo el caldero borracho de incienso
tratando de hallar algo que me diga que todavía estoy.
La piedad es conmigo
y estoy,
no igual, ni siquiera similar a la que fui.
La nueva luna le regala alas a mi espalda,
pinta un halo de luz a mi alrededor,
y me ayuda a reconocerme.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

martes, 20 de enero de 2009

BÚSQUEDA




Ahí, en el lugar donde se amontonan las almas sin reclamo.
estoy buscando la mía,
Pobre alma, descartada por tu amor.
Y ahora necesaria para la resurrección.

Me acarician las que amaron sin respuesta.
Las perdidas en caminos oscuros están encendidas para guiarme.
Otras, las que fueron desoídas, gritan mi nombre.
Y las viajeras al infinito, toman mi mano poniéndome en la ruta.

Camino, vago sin rumbo fijo y pregunto por ella.
Mis pies galopan, mis brazos aletean.
Vorágine de amor, en busca del alma ausente.

Sola y en total desamparo, al verme, finge una sonrisa.
La tomo suavemente con mis dedos y le hablo al oído.

Ya no quiero hacer promesas,
sólo abro una vez más las puertas de mi corazón, para recibirla.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ

LAS NUBES EN CUATRO ESQUINAS




Sin proponerlo, casi automáticamente, cada vez que alzo la vista hacia el cielo, busco en cada nube la singular forma que le dé respuestas a todas mis preguntas.
Ante cada interrogante, surge un imprevisto cómplice, el viento, que estira, acorta o eleva esa masa de pequeñas gotitas de agua,haciendo realidad mis sueños.
Esta inveterada costumbre, se remonta a los días de la infancia, cuando en las tardes de otoño, mis ojos escrutaban el pedazo de cielo que se asomaba entre las cuatro esquinas de mi barrio.
Los juegos pasaban a un segundo plano, el ahora y el ya, eran el cielo y sus nubes.
Así descubrí que no sólo en las antiguas calesitas, girando acompasadamente gracias al pobre y manso caballo con los ojos vendados, se podían encontrar barcos, autos, cisnes, aviones o ponys.
Allí, en el azul infinito del cielo, podía ver el mar, surcado por hermosos veleros impulsados por el viento; me veía sobre un gallardo cisne o cabalgando entre blancos algodones en un caballito casi negro.
La juventud trajo el amor, y ¿qué enamorado no miró el cielo alguna vez, buscando la inspiración para escribir un poema?
Yo, no buscaba rimas, deseaba encontrar algo que me orientara hasta el ser amado.
No siempre pude lograrlo y no pocas veces creí ver aquello o a aquél y fue simplemente una fugaz visión muy lejana a la realidad.
Ahora, el tiempo me traslada en busca del mismo pedazo de cielo entre cuatro esquinas, el barrio me recibe como entonces, con sus
casa chatas, sus veredas soleadas, los vecinos de entonces anclados en viejas sillas de mimbre, y el cielo, ese, el de la infancia
me espera, celeste y blanco de nubes que bailotean viejas melodías de calesita.
Lo miro, lo escruto, y descubro nuevamente los veleros, los autitos y los cisnes esperando jugar otra vez conmigo.
Eso, está intacto, porque ahí, en la distancia sigue siendo puro, no ocurre lo mismo con el nombre o la cara del amor perdido, ellos ya
no están, el viento, mi otrora cómplice con una infinita piedad, se encargó de borrarlos para siempre.
Ahora estoy aquí, en el justo centro de las cuatro esquinas, alzo mis ojos al cielo e intento quizás por última vez, encontrar en él, el
dibujo de mis próximos días y veo que el galope del caballito se detiene y me invita a cabalgar de nuevo sobre nubes de algodón,
para encontrar la ruta perdida del amor.
Voy a seguir por siempre mirando el cielo y no cejaré en mi empeño, posiblemente en algún momento pueda ver otra vez el nombre o la cara de alguien que como yo, esté tratando de encontrar en otro barrio, en otras cuatro esquinas, en otro cielo y en otras nubes, mi nombre y mi cara.

ALICIA CORA FERNÁNDEZ