sábado, 24 de octubre de 2009

COMPARACIONES




Era cosa de aprender a conocerlo,
me encantaron su estilo y su elegancia.
No me resultó ni fácil ni difícil vivir con él,
me dejaba hacer y lograba hacerme sentir su dueña.
En los días de sol, se convertía en algo, digamos intrascendente,
se replegaba en sí mismo y escondía su timidez.
Los silencios podían durar varios días, me acostumbré a verlo cerca de mí,
y respeté ese duelo imaginario que lo convertía
en una sombra oscura como el averno.
Le encantaban los días de lluvia, cambiaba de carácter
y abría los brazos estirando las mangas de su ropa abrazándome cariñosamente.
Aprendí que a la gente a veces le molestaba que se aferrara a mi mano.
Algunos se apartaban de nosotros indudablemente de pura envidia.
Me acompañaba a la oficina y lucía majestuoso, envarado como un cosaco ruso.
Más tarde, al llegar a casa me hacía una reverencia final, esperando que lo secara amorosamente.
Esto de las comparaciones realmente me entusiasma.
¿Alguno de ustedes sospechó que no hablaba de un amante
sino de un simple paraguas?

ALICIA CORA FERNÁNDEZ