Aquí, en el hueco del olvido que me protege de la ignominia,
puedo consolar a mi ego maltrecho.
Quisiera sentir algo del amor que extraño.
Amanezco con las puntas de los dedos heridas
por agujas bordadoras en una noche sin rumbo
y pienso en qué recodo dejaron mi dignidad.
Hoy pretendo visitarme.
El atajo de la vergüenza seguramente me llevará con prisa
y el castigo de algunos sobre mis espaldas cansadas no se hará esperar.
El camino largo, sin duda va a demorar mi destino,
pero sé que al final, me está esperando la verdad.
Mis deseos incumplidos lloran en silencio.
El volver a ser amada,
implica poner a buen resguardo
a los que no se apiadaron ni se apiadan de mí.
Es arrancarme la corona de espinas y bajar de la cruz.
Vos, que me habitás, ayudame.
Dame tu mano, caminemos,
y hagamos que los pasos de la redención
marquen en voz baja los compases del himno nacional
que me honra como República.
puedo consolar a mi ego maltrecho.
Quisiera sentir algo del amor que extraño.
Amanezco con las puntas de los dedos heridas
por agujas bordadoras en una noche sin rumbo
y pienso en qué recodo dejaron mi dignidad.
Hoy pretendo visitarme.
El atajo de la vergüenza seguramente me llevará con prisa
y el castigo de algunos sobre mis espaldas cansadas no se hará esperar.
El camino largo, sin duda va a demorar mi destino,
pero sé que al final, me está esperando la verdad.
Mis deseos incumplidos lloran en silencio.
El volver a ser amada,
implica poner a buen resguardo
a los que no se apiadaron ni se apiadan de mí.
Es arrancarme la corona de espinas y bajar de la cruz.
Vos, que me habitás, ayudame.
Dame tu mano, caminemos,
y hagamos que los pasos de la redención
marquen en voz baja los compases del himno nacional
que me honra como República.
ALICIA CORA FERNÁNDEZ