sábado, 26 de enero de 2013

NOSOTROS

Guijarro de nácar que sobrevive a la marea y a su abrazo impiadoso. Lágrima no llorada que se pierde en el fondo de la conciencia. Dolor escapando por la cornisa de los sueños vestido de ángel azul Heridas sin cohibir que ya no duelen tanto. Artesanos con dedos de pianista, que se tocan y saben todo del otro Dunas estirando sus sábanas de arena. Barco anclado en puerto seguro. Todo eso somos vos y yo, eternizándonos en este amor.

LLAMADAS

Las conté una a una, temerosa de equivocarme era cierto, no mentía el registro de llamadas. El tiempo midió al tiempo y el reloj no se detuvo. Después de mi mensaje de bienvenida, se escuchaba tu voz. Preguntabas por mí y pronunciabas mi nombre, en todos los tonos posibles de la voz humana. Creo que una o dos veces tu reclamo sonó a caricia, pero sé que fue simplemente un espejismo auditivo. En otras, el reclamo imperativo tapaba tus ganas de verme. Rebobiné la cinta del contestador mucho, tanto, que perdí la cuenta. Buscaba a las otras, las suaves, las que no guardaban misterios para mí en las que simplemente me decías, ¿estás ahí mi amor? me encantaba tu solicitud y tu amor a distancia. Me enamoraba ese dejo de sonrisa que podía adivinar cuando llamabas. Supe de tu necesidad por verme o simplemente escucharme. Pude olvidarme de las demandantes y de las me dibujaban lágrimas. Hoy la que te llama insistentemente soy yo, estoy en la cama y con el celular en la mano esperando tu voz, en vigilia, agazapada como una gata en celo. Quiero que por una vez, y sólo una seas vos el que busque entre las llamadas, vos el que rebobine la cinta del contestador y vos el que goce o no, escuchando mis reclamos.