La Gárgola de piedra bosteza aburrida posada justo en el arbotante mayor de la Catedral de Notre Dame.
La despertó la ronca campana llamando a misa.
Este día se presenta igual a todos y a veces se le hace eterno el paso del tiempo.
No hay nada nuevo ahí abajo.
La misma gente, apurada por llegar a ninguna parte.
Autos atorados desde siempre en el semáforo de la esquina.
La plaza cercana está borracha de verdes que aturden, con el eterno mendigo durmiendo en uno de sus bancos, tapado de rocío y con un sombrero viejo hecho de hojarasca.
Poco a poco las niñeras de almidonados uniformes, comienzan con su paseo de cochecitos, haciendo oídos sordos a los reclamos de los pequeños pasajeros, tal vez porque piensan en la noche pasada junto a un amante y el corazón reclama la memoria, alejándolas de las urgencias infantiles.
El paso apurado del estudiante pisa sin querer las flores del cantero, se quedó dormido y llega tarde a su clase.
Todo como siempre. Tedioso y aburrido como siempre.
Pero no, algo cambió de ayer a hoy.
Ahí, en uno de los bancos, una pareja de enamorados está peleando.
La Gárgola se inquieta, estira su largo cuello y entrecierra los oblicuos ojos.
Quiere escuchar, después de muchos intentos por acomodarse a la situación sin perder el equilibrio, lo logra.
La discusión es simplemente por un tema de celos.
Reclamos y reproches, preciosos minutos perdidos -piensa la Gárgola- ¿para qué?.
No entiende a los humanos, para ella el amor es algo no registrado en su interior.
Por su condición pétrea, no hay sangre corriendo por el cuerpo; de tener sentimientos serían fríos y su corazón es un puñado de cemento ennegrecido por el paso de los siglos.
A punto de cerrar sus otrora flamígeros ojos para hacer la siesta diaria, mira otra vez hacia el banco de la pelea.
Ahora todo cambió, los “antagonistas” se están besando,
En ese micro mundo no quieren ver a nadie. Están solos y ni siquiera saben de la curiosidad de la Gárgola.
La figura de granito gris, gigantesca y temible, siente en su interior algo similar al calor que pasó el día del incendio del ala oeste de la catedral, pero hay una diferencia.
Ese día sintió el calor ardiente y pesado, pero hoy de sus ojos oblicuos cae algo parecido a la lluvia, tal vez sea eso que los hombres llaman lágrimas.
La emoción de la Gárgola nos dice que no todo está perdido, mientras exista una pareja peleando por celos para poder reconciliarse con besos.
No todo está perdido, porque descubrimos que hoy el AMOR es lo único que puede hacer llorar a la piedra.
ALICIA CORA FERNÁNDEZ
La despertó la ronca campana llamando a misa.
Este día se presenta igual a todos y a veces se le hace eterno el paso del tiempo.
No hay nada nuevo ahí abajo.
La misma gente, apurada por llegar a ninguna parte.
Autos atorados desde siempre en el semáforo de la esquina.
La plaza cercana está borracha de verdes que aturden, con el eterno mendigo durmiendo en uno de sus bancos, tapado de rocío y con un sombrero viejo hecho de hojarasca.
Poco a poco las niñeras de almidonados uniformes, comienzan con su paseo de cochecitos, haciendo oídos sordos a los reclamos de los pequeños pasajeros, tal vez porque piensan en la noche pasada junto a un amante y el corazón reclama la memoria, alejándolas de las urgencias infantiles.
El paso apurado del estudiante pisa sin querer las flores del cantero, se quedó dormido y llega tarde a su clase.
Todo como siempre. Tedioso y aburrido como siempre.
Pero no, algo cambió de ayer a hoy.
Ahí, en uno de los bancos, una pareja de enamorados está peleando.
La Gárgola se inquieta, estira su largo cuello y entrecierra los oblicuos ojos.
Quiere escuchar, después de muchos intentos por acomodarse a la situación sin perder el equilibrio, lo logra.
La discusión es simplemente por un tema de celos.
Reclamos y reproches, preciosos minutos perdidos -piensa la Gárgola- ¿para qué?.
No entiende a los humanos, para ella el amor es algo no registrado en su interior.
Por su condición pétrea, no hay sangre corriendo por el cuerpo; de tener sentimientos serían fríos y su corazón es un puñado de cemento ennegrecido por el paso de los siglos.
A punto de cerrar sus otrora flamígeros ojos para hacer la siesta diaria, mira otra vez hacia el banco de la pelea.
Ahora todo cambió, los “antagonistas” se están besando,
En ese micro mundo no quieren ver a nadie. Están solos y ni siquiera saben de la curiosidad de la Gárgola.
La figura de granito gris, gigantesca y temible, siente en su interior algo similar al calor que pasó el día del incendio del ala oeste de la catedral, pero hay una diferencia.
Ese día sintió el calor ardiente y pesado, pero hoy de sus ojos oblicuos cae algo parecido a la lluvia, tal vez sea eso que los hombres llaman lágrimas.
La emoción de la Gárgola nos dice que no todo está perdido, mientras exista una pareja peleando por celos para poder reconciliarse con besos.
No todo está perdido, porque descubrimos que hoy el AMOR es lo único que puede hacer llorar a la piedra.
ALICIA CORA FERNÁNDEZ
6 comentarios:
Lindo teu texto.
Somente o amor é capaz de fazer mudanças.Ate em uma pedra ao ponto de faze-la chorar.
Es dificil hacer llorar a las piedras ,pero de vez en cuando se puede , sobre todo desde tu imaginacion , siempre ligada al amor . Lia
te felicito por el poema!!
me llego mucho el final.
q imaginacion. cuantas puede y hace el amor. a quien no ha hecho llorar?
carolina, tu amiga de periodismo
querida alico,las lágrimas de la górgola que no pueden ser ,me representan las sinrazones de la humanidad a través del tiempo hacia el futuro dela misma...que la sostiene... y que no es otro que... EL AMOR en todas sus expresiones...T.K.M. NELLY
Poema impactante y para reflexionar
¡¡¡ Congratulaciones Alicia querida !!!
Abrazos y besos
Raquel
Hermoso poema, Alicia. Refleja una imaginación ágil al pensar que "el amor es lo único que puede hacer llorar a la piedra". Me gustó mucho. Baby
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