domingo, 23 de agosto de 2009

EL ROCK DE LAS CAMPANITAS AZULES


Vuelvo a caminar mi barrio, estoy a pocas cuadras de la estación y con el paso de los años todo cambió.
Las casas bajas cayeron en silencio, llevándose mi infancia en sus escombros y las que sobreviven al progreso, están como detenidas en el tiempo, con muecas de moho y humedad en sus paredes que se visten en pintura color olvido.
Las últimas glicinas del Castillo de los Bichos se agostaron en sepia e inicio esperanzada la Búsqueda del Tesoro de la que fue mi vida, y el titilar de una luciérnaga que equivocó el tiempo de vuelo me grita el lugar exacto.
Piso una vereda, no importa cuál, y la baldosa floja junto al jacarandá me recibe con una sonrisa de costado.
Un Sol de VAN GOGH forma sólo para mí arabescos de luz.
La Rayuela de CORTAZAR se dibuja en los adoquines de la calle Espinosa y me invita a llegar al Cielo.
Aquella Bicicleta Blanca de PIAZZOLA pasa a mi lado montada por Chaplin y su Pibe que saltan a lo loco en el camino de la carbonilla que corre paralelo a las vías del tren.
Una lluvia suave de figuritas con brillantina me moja con risas olvidadas.
La niña-ayer está otra vez conmigo y no quiero soltarle la mano, porque es el tiempo de aprender que todo puede ser posible y de ignorar un futuro en penumbras.
Me resisto a pensar, mi cerebro ya dijo basta, lo bloqueo a propósito porque sufrí demasiado cuando dejé mis calles, por un ratito nomás y sin embargo tardé varios años en volver.
No más pensar en injusticias, en pecados innombrables, en abusos de unos sobre otros o en la intolerancia del más fuerte.
Quiero mi sol, mi rayuela, mi bicicleta, mis figuritas.
Quiero volver a tener aquellos besos bajo las campanitas azules que saboreaban el día abriéndose al amor y cerraban los ojos a la noche. Quiero ver sus brazos entrelazándose en los alambres de la estación Villa del Parque.
Necesito mis historias, mis pasos yendo al encuentro de él para bailar juntos en Gimnasia y Esgrima (GVP, llamado así confianzudamente).
Ahora, en mis manos los recuerdos se agigantan, recorro Cuenca y compruebo que la magia existe porque está dando funciones en el Cine
Parque. Mi barra y yo, bailamos en los pasillos de la sala “Al Compás del Reloj”.
Todo es posible, ya no hay ausencias, estamos todos.
Por este día, y sólo por este, hay asistencia perfecta y vuelvo a ser feliz.


ALICIA CORA FERNÁNDEZ